Sabemos que el cambio exige esfuerzo, pero no nace de la ingenuidad: nace de la lucidez de entender que luchar por un futuro habitable es ya habitar la esperanza.
Vivimos un momento crítico marcado por un modelo económico obsoleto e injusto que nos mantiene dependientes de los combustibles fósiles. Esta dependencia eleva el coste de bienes básicos, profundiza las desigualdades y desencadena crisis sociales y conflictos que benefician solo a unos pocos poderosos y ricos. Un modelo que pone en riesgo la vida y cuyas consecuencias ya estamos sufriendo en forma de intensas olas de calor, incendios e inundaciones con un gran impacto en la población y los ecosistemas.
Frente a ese horizonte fósil, no ofrecemos promesas: trazamos un camino. El 15 de noviembre, en las calles de este país y a nivel global, seremos la multitud que recuerda que la justicia en todos sus términos y la justicia climática en particular no es una consigna: es la condición de toda vida que merezca llamarse digna. Para exigir un pacto sociopolitico que garantice los medios necesarios para reducir urgentemente nuestras emisiones y enfrentar los crecientes riesgos de inundaciones, sequías o incendios forestales.
No vivimos crisis separadas: vivimos múltiples agresiones y amenazas entrelazadas. Emergencia climática, emergencia vital, emergencia de la biodiversidad. Y a cada golpe de calor o de agua, crece la voz de quienes intentan imponer el negacionismo climático y discursos antidemocráticos. Frente a ellos queremos habitar la esperanza que nos hace creer que otro mundo es posible. Habitar un camino compartido donde exigir una transformación urgente contra la pobreza y la desigualdad, contra el racismo y el colonialismo, por la vivienda y la dignidad.
Por eso, la Alianza por el Clima llama a encontrarnos el 15 de noviembre, mientras se celebra la COP30, para sumarnos al movimiento global que exige un cambio urgente de rumbo con justicia y solidaridad para todas. Queremos el poder, los recursos y las decisiones en las manos de las comunidades que arden y se inundan, no en las de quienes se lucran de nuestra vulnerabilidad.
Exigimos que el cambio no se construya sobre las personas que ya sufren la crisis. La transición justa debe garantizar que cada persona que trabaja, que sostiene la vida, tenga un lugar digno en el futuro que construimos. Nos movilizamos porque ya no cabe esperar. Porque lo que se decide cada año marcará una década, y esta década es la última oportunidad que tenemos para enfrentar las transformaciones necesarias.
Luchamos por un futuro que se sostenga en la equidad, la dignidad y el cuidado colectivo. Y no descansaremos hasta eliminar la explotación, la exclusión y la codicia.
La esperanza no es una palabra vacía: es el modo en que respira la tierra.

